El teatro en el ámbito de la educación forma parte de las técnicas pedagógicas utilizadas para desarrollar las capacidades de expresión y comunicación de los alumnos centrándose no sólo en las habilidades lingüísticas de leer, escribir, escuchar o hablar sino, sobre todo, en la habilidad de comunicar.
Como recurso didáctico ha sido utilizado en todas las épocas y situaciones. Desde los diálogos teatrales creados ex professo por el humanista Juan Luis Vives para la enseñanza del latín a los universitarios durante el Renacimiento, hasta las modernas técnicas de dramatización que contemplan la enseñanza como un todo, en las cuales teoría y práctica se retroalimentan y se contemplan tanto los aspectos cognitivos de la formación como los aspectos afectivos, perceptivos, psicomotores, artísticos y sociales.
Sin embargo, el teatro no se puede reducir en la escuela a un mero instrumento didáctico. Para delimitar bien todas las facetas de la enseñanza del teatro en la educación se deberían abordar, desde un enfoque global, áreas de conocimiento que van desde la teoría literaria, la semiótica teatral, la didáctica de las lenguas, la animación lectora, el arte dramático y otras, hasta las relacionadas con los talleres de escritura, la expresión corporal, el fomento de la creatividad, la expresión artística o la educación emocional. Y lo que es más importante, tener en cuenta los aspectos metodológicos que ayudan el desarrollo de la capacidad de interrelación de todas estas formas de expresión por medio de la interdisciplinariedad.
El taller de teatro como instrumento para una formación integral de la persona supera muchos de los límites actuales de los métodos de enseñanza.
En primer lugar, se hace necesario reflexionar sobre cómo la escuela ha mutado y se ha ido adaptando a los complejos y vertiginosos cambios que han sufrido nuestras sociedades en los últimos siglos. La educación escolar básicamente sigue igual que cuando surge embrionariamente al hilo del desarrollo de los estados nacionales hasta su posterior reconocimiento como institución social fundamental, universal y obligatoria (Varela, 1991). En ese largo camino desde los siglos XVI y XVII hasta el siglo XXI la imagen de un centro y un aula han cambiado poco. Se podrían hablar de mejoras cuantitativas pero limitadamente de las cualitativas.
Es incontestable que actualmente hay más centros, profesores, alumnos escolarizados y el analfabetismo se ha convertido en un fenómeno residual (González-Anleo, 2002:185-229). Sin embargo, los centros siguen siendo espacios cerrados a su entorno, con una función principal de custodia, las clases son habitáculos con pupitres que atomizan, inmovilizan e individualizan a los alumnos/as (Varela, 1991:53).
El profesor ocupa la clásica posición jerárquica sobre los alumnos/as para facilitar una pedagogía transmisiva, Freire lo llamaba “pedagogía bancaria” (Freire, 1980:75-77), se echa el contenido en las cabezas de los alumnos/as para que después se regurgite en el examen. Y se mantienen, en no pocos casos, los dispositivos sancionadores como medios de normalización y control (Foucault, 1978:175-197).
Resulta triste pensar que la educación deba basarse en la pena (exámenes, suspensos, repeticiones de curso, separación y concentración de alumnos/as en guetos escolares, etc.) como único recurso para motivar e incentivar a los futuros ciudadanos de una sociedad “desarrollada”. Tonucci (1979) explicaba, que no era buen comienzo si el alumno/a tenía que enfrentarse a dos formas de violencia al ingresar en la escuela, por una parte, se elimina el juego, la curiosidad, la diversión, el descubrimiento y la investigación autónoma del niño/a, y por otra parte, se desprecia su vocabulario, su lenguaje o su expresión corporal.
El taller de teatro o la metodología teatral supera gran parte de estas limitaciones y se convierte en un excelente complemento, iría más lejos, puede significar un elemento fundamental para el trabajo educativo y para la misma vida.
Hay que tener presente que muchos pensadores han reflexionado sobre el hecho de que las personas se comportan como actores que representan roles en la vida cotidiana, Goffman (1971) sistematiza el modelo de la dramaturgia teatral para explicar los comportamientos de las personas en distintas situaciones de la vida. Goffman utiliza el modelo dramatúrgico para interpretar nuestro comportamiento pero el tema del teatro de la vida es antiguo, ya lo tenemos en Calderón de la Barca y Shakespeare.
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